Bajo ese lema se convocó, hace ahora treinta años, una huelga general de 24 horas que marcó un hito en la historia de la transición democrática de nuestro país, del movimiento sindical en España, y de una estructura de actuación político-sindical con 100 años de existencia. [Leer +]

Un día de diciembre de 1978 los españoles y las españolas decidimos ser libres, todo lo libres que podíamos después de cuarenta años de dictadura, y eso es algo que conviene recordar, porque para lograrlo nos forzamos colectivamente a un entendimiento –consenso- que implicó algunas renuncias.
El tiempo nos ha demostrado que la libertad se gana cada día. ¿Es legítimo sentirse desvinculado de todo eso y poner sobre la mesa, cuarenta años después y en un país diferente, aquellas renuncias? Por supuesto. Pero deberíamos plantearnos inmediatamente después si somos capaces de sacarlas adelante con el aplastante consenso con que el pueblo español aprobó el texto constitucional original.

Laringismo, que no se note que no hacemos nada
(Artículo publicado en el Semanario El SIGLO, en noviembre 2018)
He dado con el palabro que encabeza este artículo al hilo del aniversario de la Constitución Española de 1978, que al parecer – para unos más que para otros- está entrando simultáneamente en los cuarenta y en la crisis vital propia de esa edad. La Constitución tuvo padres, ninguna madre. El simple hecho de que en el año 1931, durante las Cortes Constituyentes de la República, hubiera una mujer entre los ponentes constitucionales y ninguna 47 años y una dictadura después es, cuando menos, llamativo.
Clara Campoamor es el referente de la lucha por el derecho al voto de las mujeres en España, una defensa que pudo protagonizar porque fue la única mujer que formó parte de aquella Comisión constitucional y, actuando como portavoz de la misma, se reveló como una brillante parlamentaria. [Leer +]
